Perros realengos
- Daniel Dumont Reyes
- 1 oct 2018
- 2 Min. de lectura

Soy una isla arropada en acero,
Soy la sombra de todos los obreros.
Busco joyas de plata y cadenas de oro,
Soy pirata de mi propio tesoro.
Camino descalzo, desnudo sobre mi tierra.
Soy los colores cambiantes de mi bandera.
Los tanques tirados en las playas de Culebra,
Soy la voz dormida que sobra de la guerra.
Soy la mugre en las cunetas,
Todos los guardias detrás de la escopeta.
Soy el niño que come porque su madre trabaja,
Los universitarios, dándose de baja.
Soy una joven que trabaja por propina,
Un deambulante inyectándose heroína,
Los alcaldes y sus bolsas de cocaína.
Soy el viejo del pueblo que cojea cuando camina.
Soy el futuro montándose en un avión.
Una tragedia en cuatro actos sin escenario ni guión.
Soy un inocente que aguanta treinta años en prisión.
Le tiro gases al pueblo mientras me roban la pensión.
Me sé mil temas, canciones, cuentitos de hadas.
Sudo la gota gorda por absolutamente nada.
Me asquean los árboles y las noches estrelladas.
Amo la peste a gasolina de una ciudad sobre poblada.
Soy la escoria del delirio,
La historia de nadie, el recuerdo de un martirio.
De mí se han escrito ensayos, se han escrito libros.
Nadie los lee pues, en el olvido peligro.
No tengo logros ni metas,
Tengo solo sueños, un lápiz y una libreta.
No tengo dueño, mi collar dice “perro realengo.”
Los míos son los que sudan y se las juegan y los que viven del mantengo.
Cuando se escucha mi himno verdadero hago que tiemblen los cimientos.
Los gritos de este pueblo no se los lleva el viento.
Mi pasaporte luce el nombre de otra nación.
El orgullo de ser país solo existen en mi imaginación.
No me mires a los ojos, mírame a los dientes.
Soy el olvido de todo un continente.
Ando hundido entre las máscaras,
Como los bandidos,
Soy la mirada ajena de un desconocido.
Soy el extranjero asesino,
Soy el gran tío que no te quiere de sobrino.
El pescador mundial que te utiliza de carnada.
Me creo la estrella sola pero estoy mal acompañada.
Aunque luego del tumulto no quede ni un solo hombre
Se escuchará en las tinieblas: "¡Borikén es su nombre!"
Rodean las casas con verjas, con alambre, ignoran a los niños muriéndose de hambre.
Soy todos los perros realengos,
Soy las letras que escribo porque son todo lo que tengo.
Comments